jueves, 4 de octubre de 2012

ESCUELA DOMINICAL DOMINGO 07 DE OCTUBRE DEL 2012

“El honor a través de la Cruz”
Lección: Mateo 20:17-28
Texto: Lucas 22:25-26
Domingo 07 de Octubre de 2012

Introducción:
Jesús habla de su sufrimiento y muerte, pero sus discípulos siguen pensando en ser grandes en un reino terrenal. Querían honor, poder, felicidad y todo esto lo obtuvieron, pero no como ellos pensaban. Jesús ofrece estas cosas no a través del poderío humano, sino a través del sufrimiento y servicio. Serían grandes, pero yendo por el camino de la cruz.

Jesús vuelve a anunciar sus sufrimientos. Vv. 17-19
Esta porción bíblica, esclarece con mayores detalles los padecimientos de Cristo. Esta vez se hace mención a lo concerniente a su resurrección y su gloria, como secuencia a su muerte y sus sufrimientos. Todo aquello con intención de dar ánimo a sus Discípulos, y consolarlos. El hecho de que los corazones de quienes ponen atención a los acontecimientos en torno a nuestro Redentor una vez crucificado y ahora glorificado con fe, es fundamental para humillar la disposición orgullosa del ser humano, que tiende a ser justificada a sí misma. El apreciar y considerar como propicia la necesidad de la humillación y sufrimientos del Hijo de Dios, para la salvación de los pecadores perecederos, viene hacernos entender el precio de la liberalidad y de las riquezas de la gracia divina en nuestra salvación.

La ambición de Santiago y Juan. Vv. 20-28.
Esta petición causó impacto negativo en el ánimo de los otros Apóstoles, quienes con su enojo mostraron celos contra los hijos de Zebedeo. Algunos no pueden tener consuelo; los transforman para un mal propósito. La desproporción de los deseos, aunque sean celestiales nos pueden perjudicar en nuestro orgullo personal; es una ambición pecaminosa de superar a los demás con cierto aire de grandeza. Cristo les lleva a dar una mirada a sus sufrimientos. Luego de señalarles el presuntuoso señorío les hace ver que la verdadera grandeza está en el espíritu de humildad y de servicio. Copa amarga es la que se debe beber; de temor, pero no la copa del impío.

Con frecuencia se observa que los menos familiarizados con la cruz son los más interesados en privilegios celestiales. Nada hace más mal entre los hermanos que el deseo de grandeza. El hombre que con más diligencia labora, y con más paciencia sufre, buscando hacer el bien a sus hermanos, y fomentar la salvación de las almas, más evoca a Cristo, y recibirá más honra de Él para toda la eternidad.

Conclusión:
Que la solemne aclaración de Jesús, sirva para contrarrestar en nosotros el “yo” que quiere ser servido antes que un servidor; que sirva para resistir el orgullo y ambición que se anidan a veces entre Su pueblo.